Escribió Consalvi sobre los intelectuales (Arcaya, Vallenilla
Lanz, Díaz Rodríguez) que apoyaron a Gómez y trabajaron para su
gobierno: "El
país que se irá ocultando mientras Gómez y los propios
intelectuales optan, el primero por el dominio absoluto, y los otros
por la sumisión absoluta. La dictadura no será la obra de un solo
hombre". Nunca lo es, desde luego. Pero la sumisión es solo
parte del juego. Véase el caso de César Zumeta.
En
"El
continente enfermo" hay quizá algunas claves. Después de
la independencia, "afirmada por el triunfo de las armas
libertadoras", la gran amenaza para las republicanas
suramericanas era Estados Unidos, cuya democracia hasta entonces
admiraba. Para Zumeta, eso se hace flagrante en 1899, con la
conquista yanqui de Manila. ¿No comenzó así el famoso imperialismo
norteamericano?
La
doctrima imperialista era sencilla, según Zumeta, extremadamente
sencilla. Con el pretexto de "elevar el nivel de civilización"
de los conquistados, se ocultaba la razón real de "explotar sus
riquezas". Cuba, de colonia española, se había convertido en
un protectorado americano. Puerto Rico era ya una colonia. Los
europeos y los norteamericanos simplemente nos despreciaban. Alguien
en el Harper's de Nueva York expresó su desprecio con claridad: "Son
repúblicas en el nombre, pero en el hecho son campamentos militares
desorganizados" (una imagen a partir de la que, décadas después, Cabrujas pontificaría largamente).
Había llegado la hora de "estudiar
por cuáles medios hemos de conservar nuestra independencia". No
era fácil.
Era
verdad, admitía Zumeta, las
repúblicas latinoamericanas tenían sus taras. Abundaba la improvisación, la desidia,
el fatalismo, el monopolio. "Fluctuando
entre la anarquía y la dictadura hemos hecho precarias las garantías
individuales, y la propiedad, y la vida". Los latinoamericanos
eran "adoradores de la fuerza como árbitro supremo".
Pero Zumeta también tenía sus
ideas raciales y étnicas. La civilización
-pensaba- se da allí donde hay un obstáculo. En los dulces trópicos
había pocos, ¿no propiciaban por ello mismo la falta de esfuerzo,
la proverbial flojera latinoamericana? Zumeta no se hacía muchas esperanzas sobre el
progreso en las tierras equinocciales: "Cualesquiera que sean
las razas, en la zona tórrida no imperará sino una civilización
lentamente progresiva". ¡Estaba científicamente comprobado!
Los hispanoamericanos tenía una
gran virtud guerrera, sin embargo, una "salvaje soberbia de
independencia". Y había que guardar a estas vapuleadas "contra
las civilizaciones del becerro de oro". La salvación pasaba por la
configuración de ejércitos modernos. El deber inmediato -escribió-
es armarnos.
Zumeta, por un lado, positivista mágico; por otro, militarista territorial. Fuerza y soberanía, podían ser sus lemas. "El
continente enfermo" (escrito en su exilio neoyorquino) está fechado en 1899. Algunos
años después sería uno de los funcionarios de Juan
Vicente Gómez, un hombre del ejército y, también, a sus ojos, del
progreso.
Zumeta, profeta del gomecismo.