lunes, 6 de febrero de 2017

Un positivista mágico

Escribió Consalvi sobre los intelectuales (Arcaya, Vallenilla Lanz, Díaz Rodríguez) que apoyaron a Gómez y trabajaron para su gobierno: "El país que se irá ocultando mientras Gómez y los propios intelectuales optan, el primero por el dominio absoluto, y los otros por la sumisión absoluta. La dictadura no será la obra de un solo hombre". Nunca lo es, desde luego. Pero la sumisión es solo parte del juego. Véase el caso de César Zumeta.

En "El continente enfermo" hay quizá algunas claves. Después de la independencia, "afirmada por el triunfo de las armas libertadoras", la gran amenaza para las republicanas suramericanas era Estados Unidos, cuya democracia hasta entonces admiraba. Para Zumeta, eso se hace flagrante en 1899, con la conquista yanqui de Manila. ¿No comenzó así el famoso imperialismo norteamericano?

La doctrima imperialista era sencilla, según Zumeta, extremadamente sencilla. Con el pretexto de "elevar el nivel de civilización" de los conquistados, se ocultaba la razón real de "explotar sus riquezas". Cuba, de colonia española, se había convertido en un protectorado americano. Puerto Rico era ya una colonia. Los europeos y los norteamericanos simplemente nos despreciaban. Alguien en el Harper's de Nueva York expresó su desprecio con claridad: "Son repúblicas en el nombre, pero en el hecho son campamentos militares desorganizados" (una imagen a partir de la que, décadas después, Cabrujas pontificaría largamente).

Había llegado la hora de "estudiar por cuáles medios hemos de conservar nuestra independencia". No era fácil.

Era verdad, admitía Zumeta, las repúblicas latinoamericanas tenían sus taras. Abundaba la improvisación, la desidia, el fatalismo, el monopolio. "Fluctuando entre la anarquía y la dictadura hemos hecho precarias las garantías individuales, y la propiedad, y la vida". Los latinoamericanos eran "adoradores de la fuerza como árbitro supremo".

Pero Zumeta también tenía sus ideas raciales y étnicas. La civilización -pensaba- se da allí donde hay un obstáculo. En los dulces trópicos había pocos, ¿no propiciaban por ello mismo la falta de esfuerzo, la proverbial flojera latinoamericana? Zumeta no se hacía muchas esperanzas sobre el progreso en las tierras equinocciales: "Cualesquiera que sean las razas, en la zona tórrida no imperará sino una civilización lentamente progresiva". ¡Estaba científicamente comprobado! 

Los hispanoamericanos tenía una gran virtud guerrera, sin embargo, una "salvaje soberbia de independencia". Y había que guardar a estas vapuleadas "contra las civilizaciones del becerro de oro". La salvación pasaba por la configuración de ejércitos modernos. El deber inmediato -escribió- es armarnos.  

Zumeta, por un lado, positivista mágico; por otro, militarista territorial. Fuerza y soberanía, podían ser sus lemas. "El continente enfermo" (escrito en su exilio neoyorquino) está fechado en 1899. Algunos años después sería uno de los funcionarios de Juan Vicente Gómez, un hombre del ejército y, también, a sus ojos, del progreso.

Zumeta, profeta del gomecismo.