viernes, 10 de febrero de 2017

El arte ciega

Los ensayos de Armand sobre arte. Lo que dice sobre Rembrandt, Van Gogh, las pinturas paleolíticas y las catedrales góticas, o sobre los bodegones barrocos. Espléndido. Nunca pontifica.

En El aliento del dragón, que ahora releo, aparecen algunas muestras de esa pasión esencial por los fueros (y los fueras) de la imagen.

"Una lectura de la luz" (1981), por ejemplo, es una poética a partir de Van Gogh. Van Gogh como un Copérnico o Kepler estético, también como un Juan de Patmos jubiloso: la mirada gira alrededor de la luz y el cuadro es el centro del universo.

Un centro cegador: "no atrapa luz o color: los derrocha, los emite". Así, su pintura propone una cercanía (una intensidad) que no es apenas visual. De alguna forma, los ojos son sacrificados en el altar de la imagen. La imagen no es un objeto ni una impresión: es una visión. Ciega.

El mundo arde y Van Gogh es su testigo. Sus imágenes, sus colores, su luz son una violencia. Un cuadro es una ofrenda, sí, pero también un sacrilegio.

¿Es una obra siquiera inteligible? A Armand no lo persuade la interpretación de Bataille, para quien la pintura de Van Gogh era un reflejo de su condición mental. La pintura forma parte de un proceso, concede, "pero un proceso que no se origina, o no enteramente, en el pintor o su enfermedad". ¿Dónde entonces?

La obra de Van Gogh postula una imposibilidad: ver sin mirar. La imagen no necesita ser apenas observada sino vista-y-no-vista. Es lo que es y su reverso enigmático (Lezama): ¿qué? Van Gogh excluye la mirada, dice Armand. Pero no el tiempo. Un tiempo que no es el del mito ni el de la profecía, aunque esté muy cerca de ellos. Tampoco el de la historia. ¿Quizá el tiempo mismo de la imagen?

Apariencias y apariciones: las imágenes de nuestro holandés errante son a la vez fácticas y epifánicas. Ni abstracciones ni ídolos: incandescencias terrestres, rostros irisados. Metamorfosis.

¿En qué se transformaba -en qué nos invita a transformarnos- Van Gogh? Dice Armand: "Paradójicamente la luz puede indiciar un deseo de invisibilidad. Es posible esconderse en ella tanto como en la oscuridad".

La pintura como un ejercicio -quizá como una vocación- de ausencia.