viernes, 13 de enero de 2017

Gómez, por Consalvi

Tomo nota de una biografía de Juan Vicente Gómez, la de Simón Alberto Consalvi. Hay muchas buenas anécdotas. En una, una escritora inglesa llamada Rosita Forbes -también amiga de Hitler y Mussolini- lo encuentra para hablar de caballos. En otra, Carlos Gardel le canta al Benemérito, esa especie de señor feudal con petróleo y gabinete positivista.

Lo más llamativo para mí es ese gabinete. Buena parte de los intelectuales venezolanos de entonces se plegó a Gómez. Caracciolo Parra Pérez, César Zumeta, Vallenilla Lanz, Manuel Díaz Rodríguez. La mayoría, diplomáticos o Ministros Plenipotenciarios del régimen. En Londres, París, Roma o Madrid, escribieron libros sobre la independencia hispanoamericana, estudios sobre las celebridades patrióticas venezolanas, ensayos en defensa del caudillo providencial y hasta novelas modernistas. Se han debido sentir grandes estadistas, virtuosos, cultos, cosmopolitas y sensibles. Es posible que lo fueran, pero ¿quién sino el General podía refutarlos?

Un editorial del periódico oficialista El Nuevo Diario, de 1919, proclamó el apoyo de muchos intelectuales a Gómez: "No hay un solo nombre ilustre en las ciencias y en las letras que no haya figurado en algún ramo de la Administración pública".

No era del todo cierto, claro. Por ahí andaban Blanco Fombona, Antonio Paredes, Pocaterra. Una década después, los estudiantes Betancourt y Otero Silva. Consalvi no dice casi nada sobre la tensión entre esos grupos, personas, ideas. ¿Cuál era el mundo cultural, social o ideológico de los cheerleaders gomecistas y de sus adversarios? Casi todo en el libro de Consalvi se reduce a figuración cronológica, casi una relación de efemérides. Pero la complicidad de la clase intelectual venezolana con Gómez no parece haber sido insignificante.

En algo Venezuela ha mejorado.