miércoles, 18 de enero de 2017

El entierro del tirano

Mucha gente se asombra ante la popularidad de los déspotas. Me incluyo. Cuando murió Chávez, decenas de miles fueron a despedirlo en su tumba. Ocurrió, hace un mes, con Fidel Castro. Antes de ellos, Franco, Mao, Stalin -pero no Pinochet ni Videla- mantuvieron su popularidad por lo menos hasta sus funerales. ¿Es popularidad la palabra? Nadie asistió al velorio de Juan Vicente Gómez. Ni su familia. Todos temían una revuelta o una guerra civil. El entierro, por el contrario, fue multitudinario. No sin una pequeña ayuda del Estado, por supuesto. Así lo contó Gumersindo Torres, uno de los ministros estrella del Benemérito (citado por Simón Alberto Consalvi):

Ese 19 (de diciembre de 1935) toda Caracas se trasladó a Maracay, pocos fueron los cinco mil automóviles , todos los camiones, otros vehículos y todos los vagones del ferrocarril, para transportar gente que concurría a las exequias y flores para cubrir aquella tumba.

Tal vez sea ocioso preguntarse cuántas de aquellas flores eran de pesar.