martes, 15 de marzo de 2016

Benjamin y el fascismo

J.M. Coetzee: 
Las ideas más agudas de Benjamin sobre el fascismo, el enemigo que lo privó de su casa, de su carrera y en última instancia de su propia vida, tratan del método usado por el movimiento para convencer a los alemanes: convertirse en teatro. Esas ideas aparecen con más plenitud en La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica (1936), pero ya estaban anunciadas desde 1930, en la reseña de un libro organizado por Ernst Jünger.
Es un lugar común observar que los grandes comicios de Hitler en Nuremberg, con su mezcla de declamación, música hipnótica, coreografía de masas e iluminación dramática, tenían como modelo los montajes de Wagner en Bayreuth. Lo que es original en los textos de Benjamin es su afirmación de que la política presentada como un teatro grandioso, y no como discurso y debate, no se limitaba a explicar la fascinación del fascismo, sino que era el fascismo en esencia. 
Tanto en las películas de Leni Riefensthal como en los cinediarios exhibidos por todo el país, las masas alemanas podían aquellas imágenes en que ellas mismas figuraban como sus líderes le pedían para figurar. El fascismo combinaba la fuerza del gran arte del pasado -lo que Benjamin llama de “arte aurática”- con el poder multiplicador de los nuevos medios de comunicación “pos-auráticos”-, sobre todo el cine, para crear sus nuevos ciudadanos fascistas. Para los alemanes comunes, la única identidad disponible, aquella con que se deparaban con insistencia en las pantallas, era una identidad fascista, con vestimentas fascistas y posturas fascistas de dominación u obediencia. 
El análisis de Benjamin del fascismo como teatro suscita varias preguntas. ¿Estará, de hecho, la política en cuanto espectáculo en el origen del fascismo alemán, en lugar del resentimiento y los sueños de revancha histórica? Si Nuremberg era la política estetizada, ¿no serían los grandes desfiles del Primero de Mayo y otras tentativas de espectáculo organizadas por Stalin formas equivalentes de estetización de la política? Si el genio del fascismo estaba en borrar la línea que separa a la política de los medios de comunicación, ¿dónde estará el elemento fascista en la política conducida por los medios de comunicación de masas de las democracias occidentales? ¿No existen modalidades diferentes de política estética? (mis cursivas, lr). 
-”Las maravillas de Walter Benjamin”, en Mecanismos internos