viernes, 3 de marzo de 2017

Armand y Calasso

Como una continuación de los ensayos de Octavio Armand, en especial sus deslumbrantes textos sobre pintura, me puse a leer y releer un libro de Roberto Calasso que tenía tiempo en espera. Es el único suyo exclusivamente sobre un pintor: Tiepolo, "el último soplo de felicidad en Europa". Es también un ensayo sobre Venecia, sobre los enigmáticos orientales tan presentes en la obra tiepolesca, sobre la historia de la teúrgia, sobre Hades y Perséfone, sobre la mirada como vía privilegiada del conocimiento, sobre el fin del Renacimiento europeo, y contra algunos críticos de arte. Es decir, con permiso de Italo Calvino, El rosa Tiepolo tiene dos argumentos: uno es sobre el pintor veneciano; el otro es todo lo demás.

No pocas de estas páginas hacen juego con las de Armand sobre Van Gogh o sobre las pinturas paleolíticas. Tienen en común una concepción -digamos- mítica del arte y también quizá de la historia. Ambos son antimodernos, o modernos problemáticos, baudelairianos. No buscan desacralizar o teorizar la desacralización del arte sino descifrar la huella de una sacralidad a veces ambigua, lacerante, endemoniada. No hay progreso estético: solo metamorfosis y parodias, también farsa. Ambos son desentrañadores de textos y quizá también entrañadores. Los dos apuntan una y otra vez al tema del sacrificio.

Escriben desde lugares diferentes, sin duda. En la obra de Calasso e incluso en el catálogo de su editorial, América Latina es un continente poco visible. Para Armand, Europa es una fuente pero también un contraste con el mundo americano. Todo en el autor de Las bodas de Cadmo y Harmonía tiene una deriva filosófica y una tensión novelesca; en Armand, la poesía es el tejido del pensamiento y la tensión reflexiva está constantemente disuelta por el humor.

¿De quién es esta frase: "puesto que lo real mismo no es sino la primera entre las creencias"? ¿De quién, ésta otra: "Nuestros dioses mueren, nuestras verdades también"?

Alguien debería presentarlos.