lunes, 13 de febrero de 2017

La luz como metamorfosis

Me asomo a la cuenta de Twitter del museo Van Gogh. Reproducciones, informaciones, silvestres tonterías. ¿No se ha convertido la pintura del holandés en una glamorosa platitud universal? Ya Nabokov -o era Humbert Humbert- se burlaba de cómo esta obra se había transformado en el bibelot estetizante de la clase media americana de los años cincuenta (o era de la madre de la endiosada nymphette). Más por estatus que por estética, colgar una reproducción de la Noche estrellada en la pared doméstica era el último grito del kitsch. Un falso, atroz homenaje a la eterna primavera provenzal. Los brotes que le interesaban a Humbert Humbert eran sin duda de otra naturaleza.

Nada que reprocharle a Nabokov, claro, pero hay que decir que el bueno de Van Gogh poco tiene que ver con el empleo decorativo de sus pinturas. Sus imágenes colgadas (como el redentor en el madero) continúan sin duda llamativas, irrefutables, hasta desasosegantes. Si uno no vive en Amsterdam o donde sea que exhiban las pinturas del holandés errático, hay que conformarse con copias. Vivir en el trópico es vivir -al menos iconográficamente- de reproducciones. 

Imágenes llamativas, dije, y desasosegantes. Pero la organicidad luminosa de esas pinturas -vistas en la pantalla o en el papel- se pierde. Sus cuadros así colgados ya no son ciertamente el centro del universo. No emiten ni derrochan luz: la reproducen, la ejemplifican, la venden. El centro del universo ¿no es ahora la pantalla (que en portugués, significativamente, se dice tela) del computador? 

Me parece que a Van Gogh le interesaba la luz no solo como fenómeno estético. Su mirada tenía de naturalista y de visionario. Imagen y tiempo: metamorfosis. Sus pinturas no eran ejemplos: eran transfiguraciones. No solo de la mirada del pintor sino de un paisaje para él fulgurante. 

Más que en las parasitarias reproducciones digitales de las pinturas de Van Gogh, he encontrado esa luminosidad -en estos días de verano brasileño- en algunos árboles florecidos de São Paulo.

Tal vez sea un tipo de brujería.